Conversamos con el gran escritor español Antonio Muñoz Molina , un clásico contemporáneo, sobre la complejidad de la vida y la literatura, la plenitud y la seriedad de la vida , la independencia del escritor, la narración y fluidez de las frases , de la músicas , en las grandes novelas, la conjunción realidad y la ficción , de la ciudad inventada , de Mágina , de los padres , de Onetti, de Primo-Levi , de la moral y la filosofía, de Cervantes etc.
Antonio Muñoz Molina, Nací en Úbeda, provincia de Jaén, el 10 de enero de 1956. Mi padre se confundió de fecha al ir a inscribirme en el registro unos días más tarde, de modo que a efectos legales soy dos días más joven. En esa época las mujeres aún daban a luz en casa, ayudadas por una comadrona. Yo nací en la buhardilla que mis padres alquilaron al casarse. La llamaban “el cuarto de la viga”. Los dos eran muy jóvenes: mi padre tenía 27 años, mi madre 25. Yo también tenía 27 años cuando nació mi hijo mayor. Mi padre trabajaba en una huerta y vendía hortaliza en el mercado de abastos. Lo que mi madre hacía se llamaba, en el lenguaje oficial de entonces, “sus labores”. Los dos eran niños cuando empezó la guerra civil y los dos tuvieron que dejar la escuela para ayudar en casa. Mi padre, trabajando en la huerta de la que su padre estaba ausente, alistado en el ejército republicano. Mi madre ayudando a criar a sus hermanos pequeños. A los dos les costaba escribir cuando fueron mayores. Leían con mucha atención, murmurando las palabras. En los primeros años de la democracia recobrada los dos asistieron a escuelas para adultos. Antonio Muñoz Molina, de niño Durante los primeros tiempos de mi vida fui un privilegiado: hijo único, nieto y sobrino casi único. Cuando mi hermana nació yo ya tenía casi seis años. Mis padres, mis abuelos, mis tíos, llegaban a casa trayéndome tebeos y a veces caramelos y pequeños cartuchos de cacahuetes o castañas asadas, el papel de estraza todavía caliente cuando lo tocaba. Aprendí a leer, escribir y hacer cuentas en una escuela de las que llamaban “de perra gorda”. Nos sentábamos en pequeñas sillas de anea que habíamos traído de nuestras casas y escribíamos en pizarra individuales con marcos de madera, con pizarrines de tiza blanca que se partían si uno apretaba demasiado. Mi primera escuela formal fue la de los Jesuitas, en la que entré con seis años. Llevábamos mandiles azules y las aulas parecían enormes. Tuve dos maestros en aquellos años, don Florentín y don Luis Molina. Luis Molina, que ahora es amigo mío, sembró en mí el deseo consciente de seguir estudiando, y convenció a mi padre de que lo permitiera. En esa época, y en las familias trabajadoras, lo normal era que los niños dejaran la escuela hacia los doce años para ponerse a trabajar. Me gustaban mucho los tebeos, los libros, las películas, los seriales de la radio y los programas de discos dedicados. Cerca de nuestra casa había un cine de verano, al que iba con mi madre, mis abuelos y mis tíos casi todas las noches. Todas las películas me gustaban, salvo las “de llorar”, que eran melodramas mexicanos en blanco y negro. En la radio no me cansaba de oir los folletines de Guillermo Sautier Casaseca y las canciones populares que reinaron en ella hasta la irrupción de la música pop anglosajona y sus derivados: Lola Flores, Juanito Valderrama, Antonio Molina, Joselito, Marisol. En la radio la gente reconocía exactamente su propio mundo sentimental. Cuando se acercaba la Navidad, mi abuela Leonor, mi madre y mi tía Juani, su hermana más joven, pasaban la mañana cantando villancicos mientras hacían la cama y arreglaban la casa. Las canciones de la radio y los villancicos de las mujeres de mi familia fueron las emociones musicales más intensas de mi infancia. Hice el bachillerato elemental –entre los once y los catorce años- en el colegio Salesiano de Úbeda, donde descubrí que a uno lo podían tratar de manera distinta según la posición social que tuviera su familia. Por fortuna el bachillerato superior lo hice en un instituto de Enseñanza Media: el San Juan de la Cruz. La enseñanza tan sólida que recibí allí y el trato a la vez respetuoso y firme de los profesores creo que son la columna vertebral de mi educación y hasta de mi ciudadanía. Si no aprendí más fue por desidia, o por confusa rebeldía adolescente. La formación intelectual que no podía darme mis padres la recibí de mis maestros en la escuela y mis profesores en el Instituto: por eso tal vez soy un defensor tan apasionado de la instrucción pública como fundamento de la justicia social. A los trece años, en el verano de 1969, el de la llegada del Apolo XI a la Luna, me llegó el gran sobresalto de la música pop cantada en inglés: The Ballad of John and Yoko, Come Together, The Age of Aquarius. Mi amigo Antonio Madrid me descubrió Get Back y Bridge over Troubled Waters. De un viaje a Madrid mi padre me había traído, no sé por qué motivo, un diccionario de inglés. Entonces los únicos idiomas que se estudiaban oficialmente eran el francés y el latín: el inglés tenía una sugestión muy fuerte de libertad, y hasta de aventura sexual. El inglés era la lengua de las extranjeras rubias que llegaban a las playas, algunas de las cuales pasaban fugazmente por nuestra ciudad interior, con minifaldas o pantalones cortos, con gafas de sol, con cámaras al hombro. Hacia los once o los doce años empecé a leer a Julio Verne y a Mark Twain, a Stevenson, a Agatha Christie, a Dumas. Quizás la novela que he leído más veces en mi vida es La isla misteriosa, de Verne. El primer personaje que me produjo una fascinación consciente como pura invención literaria fue el capitán Nemo. Julio Verne fue el primer escritor: el que me hizo comprender que las novelas las escribía alguien, que no eran una parte espontánea del mundo. Por imitación de Verne concebí la posibilidad fantástica de hacerme yo también escritor. Después vinieron, desordenadamente, Cervantes, Bécquer, García Lorca. A los 16 años escribí una obra de teatro entre existencial y de protesta, a la manera de la época, que se titulaba “La Academia”. La montaron unos amigos míos en la escuela de Magisterio de los jesuitas, y fue prohibida no recuerdo por quién el día antes del estreno. Eso me dio la satisfacción precoz de verme a mí mismo como un autor represaliado por la dictadura. Unos días antes de cumplir 18 años se me hizo realidad por fin el sueño de llegar a Madrid para estudiar Periodismo y convertirme en autor de obras de teatro de agitación política. El sueño no duró casi nada. Madrid era una ciudad demasiado grande y demasiado hostil para mi apocamiento pueblerino, la grandiosamente bautizada como Facultad de Ciencias de la Información resultó un fraude, mi beca apenas daba para comer. Participé por primera vez en mi vida en una manifestación de protesta por el fusilamiento de Salvador Puig Antich y al cabo de veinte minutos ya estaba preso y esposado. A finales de curso volví a Úbeda, y en otoño estaba comenzando Geografía e Historia en la universidad de Granada. Casi todos mis amigos y mis conocidos militaban clandestinamente en el Partido Comunista. Yo estuve a punto de afiliarme también, pero la detención en Madrid había acentuado mi tendencia natural al miedo. Llegué a Granada en septiembre de 1974 y entre unas cosas y otras me quedé allí casi 20 años, con la excepción del tiempo que pasé en el ejército. En Granada estudié sin mucho ahinco y elegí especializarme en Historia del Arte y allí escribí mis primeros relatos, mis primeros artículos y mis primeras novelas. En Granada nacieron dos de mis hijos y se publicó mi primer libro. Trabajé allí siete años, en una oficina del Ayuntamiento, organizando conciertos y actividades culturales muy variadas. Conocí a grandes músicos de jazz: Dizzy Gillespie, Sonny Stitt, Paquito d’Rivera, Tete Montoliú, Phil Woods, Woody Shaw. También a un grandísimo pintor, José Guerrero. Empecé a publicar artículos en el Diario de Granada y tuve por primera vez la experiencia de escribir algo que deja de ser nuestro al hacerse público, y la del eco que nos devuelve el lector. El periódico me enseñó a escribir con regularidad y disciplina, con límites fijos. En 1985 terminé mi primera novela, “Beatus Ille”. En 1982 me había casado en Úbeda con Marilena Vico. Hijos y libros se suceden y alternan en los años siguientes: Antonio, 1983; El Robinson Urbano, 1984; Beatus Ille y Arturo, 1986; El invierno en Lisboa, 1987; Beltenebros y Elena, 1989. Mi primer matrimonio duró hasta 1991. En el otoño de ese año me dieron el premio Planeta por El jinete polaco. En enero de 1992 empecé a vivir en Madrid con Elvira Lindo y con Miguel, que tenía 6 años. Ahora me asombra el vértigo de que me sucedieran tantas cosas en tan poco tiempo. En 1993 viví por primera vez una temporada en los Estados Unidos, dando clases en la universidad de Virginia. En diciembre de 1994 Elvira y yo nos casamos en el Escorial. Desde que publiqué mi primer artículo en Diario de Granada, en 1982, casi nunca he dejado de escribir en los periódicos. El articulismo puede ser una forma soberana de literatura y un medio digno de ganarse ingresos regulares, en un oficio tan lleno de incertidumbres. El primer periódico nacional con el que tuve un compromiso regular de colaboración fue ABC , donde los escritores han sido siempre muy bien tratados. Desde 1990, y con breves intervalos, he colaborado en El País, casi siempre escribiendo crónicas semanales. Como mis aficiones son bastante diversas, también escribo una columna en la revista mensual de divulgación científica Muy Interesante, y otra en Scherzo, sobre música. En 1990 viajé por primera vez a Nueva York. Fui volviendo en años sucesivos, cada vez con más frecuencia, siempre en compañía de Elvira, que disfrutó desde el principio de la ciudad tanto como yo. En 2001 y 2002 di clases de literatura en la City University. En 2004 me nombraron director del Instituto Cervantes de Nueva York, en el que me comprometí a quedarme dos años. En el otoño de 2006, yendo y viniendo en tren por la orilla del Hudson, porque mi amigo el novelista Norman Manea me había invitado a dar unas clases en su universidad, Bard College, empecé a imaginar la última novela que he escrito, la más larga de todas, La noche de los tiempos. Como Elvira y yo fuimos padres muy jóvenes, hemos descubierto con sorpresa y con gratitud que nuestros hijos se han hecho adultos cuando nosotros aún estamos en plenas condiciones de disfrutar con entusiasmo y serenidad de la vida. Vivimos largas temporadas en Madrid, largas temporadas en Nueva York. Llevamos con nosotros la oficina y el archivo cada uno en nuestro portátil, y en las dos ciudades trabajamos en estudios contiguos. En Madrid yo tiendo más a quedarme en casa. En Nueva York me tienta con más fuerza la atracción de la calle. La literatura es mi afición y mi trabajo, pero no creo que sea lo más importante de la vida, ni mucho menos que se baste para darle sentido. Más que la literatura me importa el bienestar de las personas que quiero: mi mujer, nuestros hijos, nuestra doble y complicada familia. Mi padre, Francisco Muñoz Valenzuela, murió en marzo de 2004 y todavía me acuerdo mucho de él, y pienso en cómo sería si hubiera seguido viviendo, internándose en la vejez que le daba tanto miedo. Creo que el escritor continúa el oficio inmemorial de los narradores de cuentos, que daban forma mediante relatos orales a la experiencia compartida del mundo. Contar y escuchar historias no es un capricho, ni una sofisticación intelectual: es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas las sociedades y arranca en la primera edad de la vida. Quizás por eso no me atrae mucho la literatura que se vuelca sobre sí misma, que tiene al escritor y a la escritura como focos principales de atención. Cervantes y Galdós, Virginia Woolf y James Joyce, Borges y Onetti, Proust y Flaubert, entre tantos otros, me han enseñado lo mismo, de muy diversas maneras: a buscar la forma más eficaz de contar la realidad visible del mundo y la invisible de la conciencia humana. Pero también aprendo mucho de la música y de la pintura, y del cine, aunque lo frecuento menos que cuando era más joven. Antonio Muñoz Molina retratado por Jesús de Miguel Antonio Muñoz Molina retratado por Jesús de Miguel Políticamente, soy un socialdemócrata: defiendo la instrucción pública y la sanidad pública, el respeto escrupuloso de la legalidad democrática, la igualdad de hombres y mujeres, el derecho de cada uno a elegir su forma de vivir y si es preciso de morir dentro de la conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Derechos sin responsabilidades son privilegios; un derecho individual beneficia a la comunidad; un privilegio siempre se ejerce a costa de alguien. Ser progresista no es defender a rajatabla al grupo al que uno pertenece sino vindicar como propias las causas singulares de quienes en principio no son como nosotros. Un progresista, aunque sea hombre, es feminista; aunque sea heterosexual, defiende con vigor el respeto a la condición y la igualdad jurídica de los homosexuales; un progresista se rebela contra el sufrimiento innecesario de los animales y contra el despilfarro de los bienes ambientales que son de todos, también de las generaciones futuras.
Rafael Narbona, Rafael Narbona es escritor y crítico literario. Durante 25 años fue profesor de Filosofía. Desde hace más de 2 décadas colabora con El Cultural y Revista de Libros. Ha publicado en las revistas culturales más prestigiosas de España, como Letras libres, Zenda, Quimera y Cuadernos Hispanoamericanos. Su labor periodística supera los dos mil artículos. Es autor de 4 libros: Miedo de ser dos ( Minobitia ), un texto parcialmente autobiográfico, El sueño de Ares, una colección de cuentos, Peregrinos del absoluto. La experiencia mística ( Taugenit), y El coleccionista de asombros ( Negra Ediciones ), todos bien recibidos por la crítica. Care Santos ha destacado su “ oficio y buen hacer literarios “, Santos Sanz Villanueva, la “ dinámica agilidad de su prosa “ , y Barrios Casares, “ su talento para la semblanza “. Acaba de terminar una novela , escribe un libro sobre el optimismo y un ensayo sobre Tintín.
<< Mi biblioteca está habitada por diez mil libros. Diez mil vidas que piden atención y cobijo. Diez mil vidas que esperan que yo las despierte, deslizando mis dedos por sus peripecias, sueños e incertidumbres. Diez mil vidas que han dado vida a mi vida, mitigando mi soledad.>>Mis series favoritas: Retorno a Brideshead Doctor en Alaska Wallace y Gromit Aquellos maravillosos años The Durrells Canción triste de Hill Street Alf Cheers Las chicas de oro La familia Monster Yo, Claudio Arriba y abajo Superagente 86 Perdidos en el espacio Star Treck, original
Román Gil, miembro del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid desde 1991. Socio de Sagardoy Abogados y miembro de su Comité de Dirección. En 1989 se licenció en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Diplomado además en Derecho Comparado por la Facultad de Estrasburgo, y Doctor en Derecho por la Universidad de Castilla La Mancha. Completó su formación con la diplomatura en Técnicas de Negociación por la Facultad de Derecho de Harvard y cursó el SMP (Senior Management Program) del Instituto de Empresa (IE). Román es abogado especializado en Derecho del Trabajo y cuenta con una amplia experiencia procesal y negociadora en todos los ámbitos relativos al Derecho del Trabajo y las relaciones laborales. Es miembro del Foro Español de Relaciones Laborales (FORELAB), de cuya Junta Directiva ha formado parte. También es miembro de la Asociación Nacional de Abogados Laboralistas (ASNALA). Es socio de la EELA (European Employment Lawyers Association) y de la IBA (International Bar Association), así como Mediador del Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (SIMA). Es autor de diversas publicaciones especializadas en su área, así como docente en diversas Instituciones como la Universidad de Navarra, IE Law School e IE Business School y la Universidad Carlos III de Madrid. Su valía profesional ha sido reconocida por Chambers (Band 1) y por Who’s Who Legal, quien le reconoce como Thought Leader y Global Elite Lawyer en 2019 y Abogado de Referencia para la región EMEA en 2016. Ha sido reconocido Leading Individual por The Legal 500 en 2020, reconocimiento que lleva recibiendo desde 2017 ininterrumpidamente. Ha desempeñado las labores de Diputado de la Junta de Gobierno del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid durante cinco años y es actualmente Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, así como Fellow de Aspen Institute España. Oficina: Madrid Idiomas: Español, Inglés, Alemán, Francés
Antonio García Soler Antonio García Soler es poeta , autor de “ Los demás días “ en el que recoge parte de las hojas y cuadernos inéditos de unas dos décadas, en los que el autor nos va dejando algunas de sus huellas de paso, llámese vida: palabra como memoria. O viceversa. Hay en este libro un intento, una mirada a través del tiempo y el hombre. De algunas de sus huellas de paso, como una deuda con todo, con esto que llamamos vida. En esas palabras que ni cotizan ni venden. Palabra también como encuentro o búsqueda: mejor, si aciertas con la vida: prosa o verso. Acaso como memoria de nuestros errores, pero también de lo que llamamos, en suma, amor: de los lugares y seres queridos, de los días mejores o los más corrientes y olvidados: de los más extraños: todos. Todos, por ahora. Y en los que también habla de su padre. Es miembro de los Encuentros de Humanidades y Filosofía desde su fundación con la presentación en 2002 del escritor y diplomático José María Ridao. Nació en el Real de Antas, (Almería, 1961), profesor de Literatura y de Latín, ha venido publicando a través de diversos medios literarios desde finales de los años ochenta del pasado siglo. Incluido en libros o cuadernos colectivos, como Poesía Almeriense Actual (Almería, 1992) , Octubre (Murcia, 1997), El Laberinto de Ariadna, Diez años de poesía (Barcelona, 2008), 40+ 4 años de Tigres en el jardín (Sevilla, 2012) o en las antologías poéticas Donde no habite el olvido (Madrid, 2011) y Por un puñado de poemas (Ed. Playa de Ákaba, 2016). Colaboró especialmente en los Encuentros de Poetas Almerienses de Oria, desde 1993 a 1999, y últimamente lo ha hecho en actividades literarias de la Asociación Cultural Argaria (Antas, Almería). Ha sido miembro de la revista literaria Ágora, Papeles de Arte Gramático (Murcia) durante varios años. A partir del curso 2006-07 dirige en la Universidad Popular de Almansa (Albacete) un taller de escritura creativa, desde el que ha formado parte en la coordinación de las Jornadas literarias y del librodisco colectivo Una canción un labio, que integra música, fotografía y poemas, publicado en 2014. Ha participado como autor en las Tertulias literarias dialógicas, organizadas por la Asesoría de Formación del Centro del Profesorado de Cuevas-Olula (Almería). Los demás días, que recoge una parte de lo que ha escrito en las dos últimas décadas, fue publicado, en su primera edición, por el Instituto de Estudios Almerienses en 2013 y obtuvo ese mismo año el Premio Libro de Almería, en la modalidad de poesía, otorgado por el Gremio de Libreros de esta provincia.
César Cobos Recuero, de Totana es abogado, jurista y vicepresidente de los Encuentros de Humanidades y Filosfofía.
Antonio Muñoz Ballesta
jurista y filósofo( autor del concepto BIOCIDIO en analogía con el genocídio y autor también de las siguientes obras “ El realismo liberal “ y del “Numen comercial “ y de la Filosofía ESTROMÁTICA en obras como los ensayos publicados en editorial Academia del Hispanismo 2019 y 2020 “ ¿ Cómo estudiar la literatura desde la Ciencia y la Filosofía? “ y “ Hacia una interpretación de la literatura a través de las ciencias” ...
; presidente de la Asoc Cult. Encuentros Humanidades y Filosofía que desde 2002 realiza actos culturales en la región de Murcia y Cartagena y desde 2018 concede y otorga cada año el “Premio Cervantes de Filosofía “ , miembro de la Escuela Hispánica de Estudios Literarios y de la Asociación Héroes de Cavite de Cartagena, poeta , hinji y actor en la película “La possibilté d’une île “de Michel Houellebecq“.
( Los EHF y la EHEL propusieron en 2019 y pretenden que se haga una escultura a Cervantes en Cartagena y se añadan tres tercetos más del “Viaje del Parnaso “ a los que ya existen en la plaza del ayuntamiento de Cartagena y se corrija “ singular “ por “ sin igual “.)
Algunas referencias a Antonio Muñoz Ballesta en la web:
Sobre Realismo Liberal
Como autor de libros
Algunos artículos suyos
Para más artículos de Antonio Muñoz Ballesta
Sobre el nuevo concepto jurídico de BIOCIDIO
En google scholar
En defensa de los derechos humanos
Sobre la filosfía estromática
más sobre la filosofía estromática
Más sobre ESTROMÁTICA filosófica del arte
Como miembro de la Escuela Hispanica de Estudios Literarios (EHEL).
Como autor de ponencias y comunicaciones en universidades
Como actor