Retrospectiva del autor sobre su relación con el filósofo Gustavo Bueno

Antonio Muñoz Ballesta
Antonio Muñoz Ballesta

Abogado

Profesor de filosofía

Presidente de los Encuentros de Humanidades y Filosofía

Esta máxima del emperador estoico fue la que eligió, en el año 2002, nuestro inmortal maestro del materialismo filosófico, Gustavo Bueno, para culminar el prólogo a las memorias de su amigo José María Laso, y estas mismas palabras son las que también elijo yo para encabezar este escrito en su honor ya que la vida humana llega a ser, de verdad, una vida con sentido, plena y digna de haber sido vivida, si se ha mantenido, junto a las demás virtudes, la virtud ética fundamental de la fortaleza, pues la fortaleza asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda de la verdad (el bien de la filosofía).

Y es que son aplicables a Gustavo Bueno, de forma análoga y en el terreno de la Filosofía, las palabras que dedica a su amigo Laso:

«(Ha llevado) Una vida de luchador, de explorador incesante (...), pero a quien las variaciones del mundo no han podido perturbar en su núcleo vital.»

Conocí con anterioridad la obra de Gustavo Bueno que a él personalmente. Ya en los años ochenta del siglo pasado (siglo XX) tuvimos la ocasión, por una parte, de protestar, como estudiante, por la no «autorización» ministerial del manual de filosofía de Bachillerato «Symploké», y, por otra, empezar a conocer sus «Ensayos materialistas» y otras obras suyas. Me refiero, por ejemplo a «La metafísica presocrática», «El papel de la filosofía en el conjunto del saber», «La idea de ciencia desde la teoría del cierre categorial» y «El animal divino» y algún número que otro de la revista El Basilisco, y con ello descubrir que nos encontrábamos delante de una ontología materialista nueva en la que el materialismo no era el materialismo vulgar o simplemente corpóreo, sino un Materialismo Filosófico que «opera con tres Ideas fundamentales, a saber: la Idea del «mundo de las formas» (Mi, en tanto que i=1,2,3, alude a tres géneros de materialidad: M1,M2,M3), la Idea de conciencia o Ego trascendental (E) y la Idea de materia ontológico-general (M)» («La Metafísica presocrática, p.25); y apreciar también que Gustavo Bueno poseía una visión de la antropología, que partiendo de su concepción tridimensional del espacio antropológico (eje radial, eje circular y eje angular), permitía superar a las demás «teorías» conocidas y las simples reducciones psicologistas o sociológicas sobre el «hombre», además de aportar una nueva filosofía de la religión en la que los dioses y Dios procedían, en una evolución plotiniana, de un núcleo de la religión constituido por el númen (animal); pero no fue hasta el verano de 1995 o 1996 cuando tuve el honor, por mediación de Gustavo Bueno Sánchez y Patricio Peñalver, de que Gustavo Bueno, y doña Carmen, nos invitaran, a mi mujer Nico y a mí, a su casa de Niembro.

Antonio Muñoz Ballesta con Gustavo Bueno en los II Encuentros de Humanidades y Filosofía
Antonio Muñoz Ballesta con Gustavo Bueno en los II Encuentros de Humanidades y Filosofía
Por esa época ya había contribuido a «inundar las redes», como se dice ahora, con una exigencia a la administración pública, la exigencia de que la filosofía materialista de don Gustavo tuviera, en las facultades de filosofía de nuestra Nación (y no sólo en la de Oviedo), la presencia que se merecía y se merece. «Nuestro Hegel español», «Nuestro único filósofo que posee un sistema de filosofía completo y dialéctico, desde la filosofía de la ciencia a la ética, etc», escribía en la inaugurada web, hasta «deshoras de la noche» -recordarán los lectores, que por esas fechas (1994/5), Internet, para el público en general, estaba compuesta por simples canales incipientes, como el servidor de servicios Internet «Arrakis», pues no existían ni facebook ni twitter, ni estaban las universidades absolutamente «digitalizadas» como sucede ahora.

Don Gustavo Bueno nos enseñó personalmente su casa en Niembro, su biblioteca y su jardín, y mantuvimos un diálogo muy fructífero lleno de conocimientos e inteligentes propuestas (la Fundación Gustavo Bueno estaba poniéndose en marcha y ya se proyectó por Gustavo Bueno Sánchez el proyecto de filosofía en español, el nódulo en la Internet e incluso la revista digital El Catoblepas).

Mientras nos enseñaba su biblioteca y ante la sincera afirmación de mi mujer de que «sí, don Gustavo, Antonio estaría aquí todo el día mirando y leyendo sus libros, pues no para de hacerlo en casa», el maestro contestó de inmediato «pues ahí está la silla y la mesa, a empezar, a trabajar como filósofo!», y fue tal mi entusiasmo de veinteañero, al escuchar estas palabras del maestro animándome a ser un filósofo discípulo suyo, que, efectivamente quise sentarme en esa silla... con los años, Nico me confesó que «temió que me quedara desde esa misma tarde en Niembro, ayudando a Bueno», y así lo hice realmente en mi ánimo -la verdad sea dicha-, pues fue el preciso momento de mi fiel afiliación a la Escuela de Oviedo, la cual sigue hasta hoy en día. También nos enseñó su jardín, en el que gustaba de leer y escribir, y que tenía «un microclima mediterráneo», tal es así que «podría poner hasta un limonero», -creo que la última fotografía en vida del maestro es en este jardín-.

Esta inolvidable jornada en Niembro, trascendental en mi vida y vocación, fue completada por la gentileza de Gustavo Bueno Sánchez, quien nos acompañó a ver varios lugares del paisaje asturiano cercano y nos recomendó releer «La montaña mágica» de Thomas Mann. No pudimos «subir» al hotel en esa ocasión, pues debíamos regresar a Murcia con urgencia. Todavía lo tenemos pendiente...

Cinco o seis años después, en marzo de 2002, don Gustavo Bueno aceptó participar en los primeros Encuentros de Humanidades y Filosofía en Puerto de Mazarrón. El título de «Encuentros», obviamente lo «cogí» prestado de los Encuentros de Filosofía que la Fundación Gustavo Bueno empezó a ofrecer, todos los veranos, en Gijón.

Invitamos a Gustavo Bueno porque siempre he defendido la idea de una «empresa» de filosofía académica, aunque fuera una «academia privada», para la filosofía materialista, es decir, la filosofía que, además de estar entroncada con la tradición -pues la filosofía en sentido estricto, como afirma Bueno en «La Metafísica presocrática», «incluye una tradición ligada a un cuerpo de profesores -principalmente-, al margen del cual la institución filosófica se desdibujaría en sus líneas esenciales» (p.14), realmente se ocupa también de los problemas humanos y sociales actuales, desde una perspectiva racional y crítica.

-Por lo que, dentro de la tristeza que supone la muerte de Bueno y a pesar de no ser en España, me alegra la noticia de la inauguración, un 8 de agosto de 2016 precisamente, de la Facultad de Filosofía de León en el estado de Guanajuato (México), que ha sido posible por la genial y generosa decisión de Juan María García Ramírez y su «empresa» de filosofía académica con la participación necesaria, obviamente, de la Fundación Gustavo Bueno e Ismael Carvallo-.

El 9 de marzo de 2002, como digo, tuvo lugar en el salón de actos del hotel «La Cumbre», en Puerto de Mazarrón, la conferencia titulada «La filosofía política en la actualidad» pues, como muestra de su extrema generosidad, fortaleza y amor por la filosofía, Gustavo Bueno, acompañado de doña Carmen, vino a los primeros Encuentros de Humanidades y Filosofía, y no de cualquier manera, sino conduciendo él mismo su propio automóvil desde Oviedo -estando el día anterior, en otra muestra de su generosidad infinita cuando de la Filosofía se trataba, en Caravaca de la Cruz, con Joaquín Robles, ofreciendo otra charla-.

En Puerto de Mazarrón la conferencia fue una conferencia magistral, como todas las del maestro -y en mi breve presentación lo comparé con Platón al igual que 14 años después ha hecho Tomás García López-.

Gustavo Bueno disertó durante dos horas seguidas -lo cual era normal en él, como sabemos- desde el punto de vista de «la realidad de la política» y como un filósofo -no como un «sabio»- y, por tanto, fue diseccionando las grandes Ideas que conforman las ideologías abstractas (relaciones del «individuo» y el «Estado», «Sociedad civil» y «Estado») y las morfologías reales de las teorías políticas (teorías unitaristas, dualistas y pluralistas), de tal manera que el numeroso público asistente pudo comprobar que las Ideas de Nación, España, sociedad política, sociedad civil, democracia, Islam, Catolicismo, etc., no eran palabras vacías, sino que constituían parte de la política y la sociedad real en la que vivían. Iban apareciendo en su discurso y argumentación, de forma apropiada y esclarecedora para todos, los conocimientos principales que se requerían para la eutaxia de España, para Europa y para el mundo globalizado. El público se percató que la Filosofía no es una cosa alejada o extraña a las vidas concretas del ciudadano y del ser humano, sino todo lo contrario, que es un saber estricto, riguroso, de segundo grado respecto al saber primario de índole práctico, tecnológico o científico, pero que tiene un componente dialéctico irrenunciable, pues la filosofía es siempre (y en esto se parece al saber político) un saber contra alguien.

Concluyendo que, como se desprendía del presente político e intelectual español y de la «biocenosis europea», una solución, para España y la Filosofía (política), podía ser la plataforma de la Comunidad Hispánica. Aquella conferencia de 2002, por los temas tratados y las propuestas de Gustavo Bueno, por tanto, sigue siendo muy actual 14 años después.

Me gusta pensar, desde entonces, que en cierta forma, fue en el primer Encuentro de Humanidades y Filosofía en Puerto de Mazarrón -en el viaje de marzo de 2002 a Caravaca de la Cruz y al Puerto- en el que la filosofía de Gustavo Bueno se revitaliza una vez más (y digo bien revitaliza y no me equivoco), primero con «la puesta en práctica» de su «España frente a Europa» (2000) y, segundo con todas sus obras posteriores que, siendo igualmente académicas, sin embargo, no olvidan la realidad social, política, tecnológica, científica de la que «surgen» las ideas filosóficas.

Así pues, a partir de marzo de 2002 aparecen : «Telebasura y democracia» (2002), «El mito de la izquierda: las izquierdas y la derecha» (2003), «La vuelta a la caverna: terrorismo, guerra y globalización» (2004), «España no es un mito: claves para una defensa razonada» (2005), «Zapatero y el pensamiento Alicia: un presidente en el país de las maravillas «(2006), «La fe del ateo» (2007), «El mito de la derecha «(2008) y «El fundamentalismo democrático. La democracia española a examen» (2010), obras, todas ellas, en las que desarrolla temas «tratados» en la conferencia de 2002.

Al año siguiente (2003) -junto con Joaquín Robles y Luis Martínez Conesa- colaboré con Patricio Peñalver a la celebración, en la UMU, del congreso «Filosofía y cuerpo» centrado en la filosofía materialista de Gustavo Bueno. El congreso también fue crucial para la evolución del materialismo filosófico.

Ahora bien, y como hemos dicho ut supra, el materialismo filosófico de Gustavo Bueno no se limita a los temas de la filosofía política, sino que abarca todos los campos de la Filosofía, desde la ontología («Ensayos materialistas» 1972, «Materia» 1990) y la gnoseología (TCC) hasta la ética y la moral, el derecho, la persona, la libertad, los derechos humanos, con obras, entre otros escritos, como «El mito de la felicidad» (2005) y «El sentido de la vida» (1996), de la cual, muy acertadamente, Lino Camprubí, leyó varios textos en el salón de plenos del Ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada.

Y de igual manera que Lino, tampoco quiero yo dejar de subrayar dos fragmentos de dicha obra en este breve escrito en homenaje a Gustavo Bueno:

«El sentido de la vida (humana), en resolución, es algo que va resultando de la acción de los propios actos vivientes, algo que está haciéndose y no siempre de modo armónico o suave, sino conflictivo, crepitante, como resultado de procesos, a la vez prolépticos y aleatorios, que implican necesariamente “desviaciones” erróneas (que sólo retrospectivamente cabe establecer) y “rectificaciones” de los errores...» (p.416)

«Y, sobre todo, que debemos alegrarnos de que la vida (humana) no tenga sentido predeterminado: no es éste un “descubrimiento terrible”, sino, por el contrario, “tranquilizador”. Pues si efectivamente nuestra vida tuviera un sentido predeterminado (que debiéramos descubrir), tendríamos que considerarnos como una saeta lanzada por manos ajenas, es decir, tendríamos que tener de nosotros mismos una visión que es incompatible con nuestra libertad.» (p.418)

Gustavo Bueno vive en su obra -mucha de la cual está por publicarse- y en la Fundación Gustavo Bueno, en la Facultad de León (México) y en sus discípulos, entre los cuales me encuentro -de la tercera oleada-.

En conclusión, si Aristóteles dijo de Platón:

«Platón es mi amigo, pero la verdad es más mi amiga», podemos, en cambio, decir nosotros, sus discípulos, que «Gustavo Bueno, como auténtico Filósofo, era y es nuestro amigo y, a la misma vez y en el mismo sentido, somos amigos de la verdad y de la pasión por la verdad».

Antonio Muñoz Ballesta

Santo Domingo de la Calzada, 8 de agosto 2016 -Puerto de Mazarrón, España, 12 de agosto 2016.



Antonio Muñoz Ballesta
Anotnio Muñoz Ballesta

Abogado

Profesor de filosofía

Presidente de los Encuentros de Humanidades y Filosofía